«¿Por qué los muy religiosos piensan que Dios no tiene sentido del humor?»: Liniers

Por Miguel Ángel Morales

En 2015, París registró dos episodios criminales lamentables de cobertura mediática mundial: el atentado contra el semanario satírico Charlie Hebdo y los múltiples ataques que dejaron más de 130 muertos el 13 de noviembre pasado. En ambos casos, tanto autoridades como intelectuales orgánicos llamaron a la mesura. Así, vimos trending topics y manifestaciones llenas de buenas vibras, personas cantando «Imagine» al unísono y lamentables desfiles de políticos clamando (la imagen de Netanyahu en la fila de manifestantes es impagable) por la paz. Pero también incentivó las reacciones de odio hacia los musulmanes, africanos y ciudadanos en condición de miseria. Pronto, el filósofo Alain Badiou advirtió el engaño de la supuesta unidad ciudadana contra el terrorismo: «La manifestación afirmaba (…) que ser francés es que todos tengan, bajo la batuta del Estado, la misma opinión.» Los actos de terrorismo, en suma, generaron un cierto miedo ciudadano hacia la crítica (propia y del Otro) y una incapacidad de elaborar discursos que cambien la resignación lastimera por una actitud crítica y reflexiva.

A un año del primer atentado, ser cauteloso es lo más recomendable en términos de corrección política. En un país como México (con el alto registro de asesinatos anuales que lo ubican como el más peligroso en América para ejercer el periodismo) esto es de sobra entendido con la amenaza-recomendación del gobernador de Veracruz, Javier Duarte, al gremio periodístico: «pórtense bien». Esto incluye a reporteros, editores, redactores, caricaturistas. «Portarse bien» es no generar odios, analizar las posibles consecuencias de un texto, aguardarse la crítica. Por ello, cuando salen opiniones que no se resignan ante el terror, enseguida sobresalen. En el caso de los caricaturistas su crítica es necesaria para entender la actualidad de un país. Es el humor su herramienta indispensable para desnudar reyes y señalar desigualdades.

Tal vez Liniers (Buenos Aires, 1973) es más conocido por las escenas cotidianas y absurdas de sus personajes (Enriqueta, el gato Fellini, Oliverio la Aceituna, etc.) que por abordar contenidos politizados, sin embargo, en sus tiras aparecen a menudo los temas electorales, las críticas a nuestro uso de las nuevas tecnologías, y su toma de posición respecto a temas coyunturales varios. Cuando el argentino se enteró de la carnicería de la redacción de Charlie Hebdo, se unió a los miles de dibujantes que mostraron su apoyo a la revista. Para el dibujante, este acontecimiento horripilante fue una invitación al humor: «Generalmente el sentido del humor es un mecanismo de defensa que tenemos las personas; las personas somos los únicos seres que sabemos que nos vamos a morir y somos los únicos que hacemos chistes. Nunca ves a una cebra haciéndole un chiste a otra cebra. Siempre hay humor en los funerales, sobre todo en México. Ustedes tienen mucho más desarrollado eso. En todos los funerales, en algún momento, alguien necesita reírse, alguien necesita hacer un chiste, inclusive del muerto. Entonces me parece que lo de Charlie Hebdo fue eso también, fue tan horrible que los que hacemos dibujos y chistes tuvimos que sentarnos a dibujar. Es la vez que más siento que un grupo de gente que hace lo que hago yo se ha unido más. Me impresionó por ese lado y mi manera de hacer las cosas fue sentarme y dibujar. Es algo que le pasó a todos los dibujantes. Vivimos una catarata de dibujos a las pocas horas de que pasó esa tragedia.»

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Ahí reside la subversividad del humor: en su capacidad de ser virulenta, de expandirse rápidamente. La risa implica una cierta comunidad: cuando una carcajada se replica, los individuos se vuelven cómplices de una vitalidad peculiar, aflojan la pesadez de sus cuerpos. Nos reímos de la rigidez y del orden. También de los viejos valores, al tiempo que erigimos unos nuevos. En ese doble rasero (que para unos sabe a amargor y para otros a felicidad), se forjan grandes coincidencias o diferencias. La risa no es ni bondadosa ni justa, ha señalado Bergson, sino útil. Sirve para reflexionar los marcos establecidos en los que las personas a veces se mueven. Una broma hecha al otro es una forma de crítica; hecha sobre uno es humillación o vuelta de tuerca a su misma identidad. En la religión, el humor acerca a los hombres y las divinidades, lo cual pocos se permiten. Al respecto, Liniers es duro:

«Lo que nunca voy a entender de la gente muy religiosa es por qué están constantemente pensando que Dios no tiene sentido del humor y que necesitan que vos lo defendás. Esos que dicen: ‘Oh, no se metan con la Virgen porque se las verán…’, ¡todo el tiempo están pensando que este personaje en el que ellos creen no tiene sentido del humor! Si uno mirá el planeta y piensa que si alguien lo diseñó, lo hizo con sentido del humor, un humor inclusive bastante oscuro, porque pudo haber inventado el amanecer y las ballenas pero también inventó tirarse pedos y eructos. O sea que si vos crees que Dios creó todo hay que también atribuirle todos los pedos y los eructos. Debería tener un sentido del humor bastante desarrollado. A estas alturas del partido no creo que le afecte un dibujito en una revista, ya sea Mahoma, Alá, Jehová o el que quieras.»

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Responde con un certero «no, gracias» seguido de una carcajada a la pregunta de si profesa alguna religión: «Me cuesta mucho trabajo creerle a la gente que dice saber algo sobre lo que no sabe y lo dice por intuición, porque nació en un determinado lugar o porque la educaron de una cierta manera. Me parece que la religión debería ser para mayores de 18 años. Es algo tan complejo y tan complicado que está mal dárselo a un chico que tiene cinco años. Habría que dárselo a los mayores de 18 años. Lo que sucedería a continuación es que desaparecería la religión en una o dos generaciones. Por lo menos desaparecería la noción aquella de que cuando te mueras te van a dar vírgenes y te vas a sentar al lado de Jesús y vas a volar y vas a conocer a Elvis. Todas esas pavadas se dejarían de decir.»

¿Tienes algún fanatismo por algo?

Por todo. Tengo una tira que dice que soy fanático de no ser fanático. Es de lo único que soy fanático. Ese es otro tema de la religión: creen que la respuesta a ser buena persona o buena gente está en un libro mágico. Para unos es la Torá, para otros es el Corán, para otros es la Biblia y los Evangelios, para otros será algún libro de autoayuda. En mi opinión, te hará mucho mejor persona leer muchos libros, no uno solo. Mientras más libros leas, mientras más cuadros mires, mientras más películas mires y más historietas leas, vas a ir descubriendo más cosas que son verdad y cosas que no son verdad por vos mismo, sin que nadie te lo diga. Así es como serás mejor persona. No es un libro.

En Macanudo y en todo lo demás soy la primera víctima. Para mí el sentido del humor es ser uno mismo y a partir de ahí armá lo que quieras, porque todos somos absurdos y ridículos. Si uno no se da cuenta de eso y uno piensa que uno es el único normal y que uno es el que sabe y el que entiende todo, vos vas a ser un idiota muy rápido. Hay una frase de Caetano Veloso que me gusta mucho que dice «De cerca nadie es normal» y me parece que uno tendría que entender eso. Los humoristas deberían entenderlo también de salida y desde ahí empezar a hacer humor, me parece.

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