Un himno de guerrilla llamado Kala. M.I.A. y la música como acto político

Por Adrián Ávila

Conocí a Mathangi Arulpragasam hace casi 10 años. Era 2008. Seguramente la escuché en algún bar, fiesta o dentro de un coche en movimiento. Claro, casi nadie la conocía como Mathangi…, sino bajo su nombre de guerra, M.I.A. «Paper Planes» sonaba en todas partes. Se convirtió en un himno universitario personal. ¿Cómo no prendarse al sample hipnótico de «Straight to Hell» de The Clash mezclado con ritmos dub, dance y un toque de hip hop? El estribillo —All I wanna do is… (bang, bang, bang, bang) and take your money— literalmente era una detonación en la cabeza.

El sencillo mencionado estaba incluido en Kala, uno de los mejores álbumes de 2007. Opacado por otros lanzamientos como In Rainbows, Graduation, Sound of Silver, † y Favourite Worst Nightmare, el segundo trabajo de la compositora británica, sin embargo, mostró unas cualidades especiales que a diez años de distancia lo colocan como un álbum adelantado a su tiempo.

Bajo la producción de Switch, Timbaland y Diplo, M.I.A. encontró una madurez inusitada en Kala. Se trató de un riesgo, un salto al abismo en un mercado donde el rock indie, el disco house de ascendencia europea y el R&B más blando eran la dominante. El hip hop, en tanto, se encontraba en un proceso de renovación con Drake, Kanye West y el difunto J Dilla. En ese marco, el sonido de la productora y cantante tenía una gama de sonidos tan variada que resultaba difícil para un público promedio.

La aludida «Paper Planes» y otros sencillos como «Jimmy» y «Boyz» sirvieron como anzuelo para que el público volteara al talento de M.I.A. Del resto del álbum puede decirse que, sin diferir mucho de estas piezas, no tiene ese gancho comercial; son más bien experimentos que en su extrañeza y hasta cierto punto innovación posicionaron a la británica no sólo como una máquina de hits, sino como una nueva representante del hip hop y los ritmos electrónicos.

Kala y su riqueza musical sirven también como un registro de los sonidos del mundo. En «Mago Pickle Down River», por ejemplo, colabora con The Wilcannia Mob, quinteto de hip-hop proveniente de una comunidad australiana que utiliza el sonido tradicional del didgeridoo como base para mantener el rito dance. El folclor y el futuro se mezclan en un diálogo que inesperadamente funciona.

En «$20» escuchamos un cambio con un sonido más apegado al tecno. La pista hace un sample de «Blue Monday». Lo interesante es que en lugar de tomar el fragmento más pegajoso de la pieza de New Order, solo usa el mero riff. Al igual que con «Paper Planes», la guitarra adquiere un sentido nuevo a partir de la deconstrucción maestra de M.I.A, en donde los ecos de «Where Is My Mind?» no son más que otra forma de resaltar su raigambre áspera y punk.

La publicación de Kala abrió el mercado musical para una figura fundamental de esta década, Diplo, conocido por incorporar diferentes musicalidades culturales en su obra y convertirlas en éxitos mundiales. Basta escuchar Guns Don’t kill People… Lazers Do (2010) de Major Lazer para entender cómo el combo M.I.A.-Diplo influyó en uno de los grupos más importantes de esta década. Hay que decirlo pronto: Kala contribuyó a que los sonidos tribales y folclóricos fueran aceptados en la escena mainstream del hip-hop, el dance y el pop.

Otro aspecto esencial descansa en el trabajo vocal de Arulpragasam. Mientras en su primer álbum, Arular (2005), la cantante parecía incluso tímida ante el micrófono, aquí se siente una soltura natural y potente que incluso muestra las cualidades políticas de sus composiciones. En el tema abridor «Bamboo Banga» se escucha un coming back with power, power! que resuena en el corazón de todo el álbum. Política, activismo y una actitud tremendamente punk. Tomemos otro ejemplo de esto. «Jimmy» tiene la estructura de una vieja canción de amor: la voz lírica anhela el retorno del ser amado, pero el tono cambia al develarse los límites geopolíticos. El amante en cuestión, un periodista, se encuentra en Ruanda y el Congo. Así, la pieza tierna adquiere un tono absolutamente politizado en donde el conflicto armado en dichas zonas se vuelve el verdadero protagonista.

Otro caso es la mencionada «20$», que nos recuerda el precio de una AK47 en África al tiempo que nos llena de angustia en un mundo regido por los conflictos bélicos y el dinero: sólo cuesta 20 dólares poder quitar una vida, sí, pero en el fondo la cantante parece decirnos que toda esta violencia es invisible a los ojos del ciudadano occidental. (¿No nos vemos acaso reflejados nosotros como latinoamericanos?) De hecho, otro de los grandes atributos del álbum es su ambición y oscura sensibilidad transfronteriza, global.

Esta forma de retratar problemas continentales y geopolíticos no es un impedimento para decir que Kala es un disco íntimo, incluso biográfico. Escúchese «Paper Planes» y su letra: If you catch me in the border I got visas in my name que, por un lado, alude a problemas migracionales entre países en vías de desarrollo con los del mal llamado Primer Mundo, pero que también puede referirse al incidente por el que atravesó la compositora durante el proceso de grabación del disco, ya que, debido varios problemas con su documentación migratoria, no pudo grabar partes de su álbum que estaban planeadas en el país norteamericano.

Aun con todo esto, M.I.A. logró lanzar uno de los discos más ambiciosos y mejor logrados de 2007. Tuvo la sensibilidad de romper las fronteras de su conocimiento musical para condensarlos en una sola obra que alcanzó la fama a nivel mundial: Kala.

M.I.A. se presentará en el Festival Ceremonia al lado de talentos como Underworld, Björk, Nicolas Jaar y Vince Staples.

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