La (in)esperada virtud de Antonio Sánchez

Por Víctor Hugo Morales / @vect0rhugo

Desde que se estrenó a finales de 2014, Birdman (o la inesperada virtud de la ignorancia) ha volado sobre el mundo entero levantando premios y la crítica unánime del público, resucitó la carrera de Michael Keaton y ha conseguido infinidad de portadas al tándem Iñárritu/Lubezki. Nada mal a poco más de un año de su estreno.

Mientras esto pasa, al fondo se sigue escuchando un groove hipnótico, casi coreográfico, es la batería de Antonio Sánchez (compositor del score de la película) que nos advierte nunca perder de vista el laberinto que también él construyó para nosotros. El soundtrack es todo un desafío para el espectador, quizá tanto como lo fue para él componerlo. Escuchamos no sólo la tarola, los toms, bombo y platillos sino que suma cepillos, técnicas de microfoneo, ramas y sinnúmero de experimentos en pos de conseguir un sonido más libre y orgánico. Su batería cargada de tensión en el momento indicado, es improvisación en el más puro sentido jazzístico: sus fraseos deambulan con Riggan Thompson en su locura/fantasía por los pasillos y las calles de Broadway, anticipan sus movimientos y nos recuerdan que en cualquier momento nuestro Birdman particular empezará a hablarnos al oído.

El nombre de Antonio Sánchez mucho nos dice en la actualidad. Es uno de las grandes bateristas de esta generación, que ha tocado con leyendas como Chick Corea, Pat Metheny, Michael Brecker o en su propio proyecto, The Migration Band, obteniendo en ambos casos un gran reconocimiento (ha sido galardonado con cuatro premios Grammy, elogios de la BAFTA y de los Golden Globe Awards). El círculo virtuoso generado por Birdman parece cerrarse este 6 de abril en el Teatro Metropolitan con la sonorización en vivo de la película.

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