Picaderos de heroína en 1927: El puño de hierro, de Gabriel García Moreno

Por Rafael Romandía

Resulta complicado imaginar que en 1927 Gabriel García Moreno se atreviera a mostrar en pantalla un brazo siendo inyectado ya no con heroína, que es lo primero que a la mayoría se le vendría a la mente, sino con cualquier otro tipo de droga. La imagen de unas venas saltadas reaccionando al pinchazo de una aguja tras una primera negación, es algo que actualmente resulta habitual exhibir sin ninguna clase de pudor. Hace casi 90 años no era precisamente un gesto con carácter de aprobación por parte de la sociedad, incluso hoy sigue sin serlo para buena parte de la misma.

Ese contexto de inicios de siglo es quizá el principal atributo por el que El puño de hierro de Gabriel García Moreno resulta un punto de ruptura. La premisa es sencilla y común si uno la lee en el siglo XXI: «Carlos, un joven de clase acomodada, es tentado por las drogas que le ofrece el Buitre, lugarteniente del malvado traficante el Tieso. Desesperada, su novia Laura intenta ayudarlo a salir de las drogas sin mucho éxito. Al mismo tiempo, la banda del Murciélago asola la región secuestrando y robando a los hacendados. Juanito y Perico deciden investigar y capturar al Murciélago». No lo es tanto si uno revisa la periodicidad con la que se tocaban esos temas a finales de siglo XIX y principios del XXI, prácticamente nula.

Filmada en Orizaba, Veracruz –hecho que da más relevancia a la temática, pues si la apertura del país tiene a la fecha su mejor espacio en la Ciudad de México, en aquellos años la distancia entre provincia y capital era aún mayor–, García Moreno dejó en 7 u 8 rollos de cinta (no se sabe la cifra con exactitud) una iniciativa convincente, que bajo el apoyo de empresarios veracruzanos, tuvo por un tiempo una estructura con intenciones visionarias bajo el nombre de Centro Cultural Cinematográfico. Ahí filmó también El tren fantasma (1927) y fue lugar para algunos otros proyectos silentes de la época. En noviembre de ese mismo año el espacio de producción tuvo que cerrar sus puertas al no resultar rentable.

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El puño de hierro se sitúa en la etapa final de las varias grabaciones silentes que pudieran ser consideradas formalmente como las primeras películas hechas en México, aunque antes ya existían las filmaciones que se le hacían a Porfirio Díaz y que se titulaban al estilo de El presidente de la república paseando a caballo en el bosque de Chapultepec (1896). ¿Fue Díaz el primer actor mexicano retratado en cinta? Afirmarlo de manera profesional suena complicado, sin embargo en estricto sentido así lo fue. Desde entonces y hasta 1932, cuando se estrenó Santa de Antonio Moreno, el primer filme mexicano sonoro, hubo una exploración asidua en el desarrollo cinematográfico del que García Moreno fue parte importante aunque los registros hemerográficos no tengan su nombre casi presente.

Si alguien fue fundamental para que El puño de hierro siga existiendo es el historiador Aurelio de los Reyes, quien en aquellos años era cercano a la empresa financiadora de García Moreno, propiedad de una familia de apellido Mayer y en la que habían quedado los rollos luego de que el Centro Cultural Cinematográfico cayera en la quiebra. De los Reyes, que desde entonces mostró su interés por la investigación en torno al cine mexicano y a la fecha es reconocido por su trabajo en esa rama, guardó las cintas para que estas no fueran desechadas. Años más tarde las dejaría en manos de la Filmoteca de la UNAM.

img7De esta manera podemos afirmar que esa primera etapa del cine mudo en México tiene su inicio en los nombres de los franceses Gabriel Veyres y Claude Ferdinand Bon Bernard, quienes eran colaboradores de los hermanos Lumière y fueron los artífices de esas primeras filmaciones hechas a Porfirio Díaz; y su final en la persona de Gabriel García Moreno. De este último es difícil encontrar retratos, su imagen quedó igual de silenciada que sus películas e inclusive trabajos anteriores como El automóvil gris (1919) de Enrique Gamboa han cobrado una mayor relevancia con el paso de los años. De hecho, esa importancia se evidenció cuando comenzó a existir el sonido en el cine, pues a algunas cintas realizadas en la época muda se les agregó música, tal fue el caso de la de Gamboa.

Tras algunas exhibiciones privadas, El puño de hierro sufrió un incendio cuando el mayor de los Mayer mostraba la cinta a su hijo Leonardo. Por ello tuvo que ser editada varias veces más e incluso García Moreno agregó en uno de los cortes porteriores algunos fragmentos de su trabajo anterior, El buitre (1925). La película nunca llegó a estrenarse en la Ciudad de México de manera formal.

img13Hace 15 años un primer trabajo de la Filmoteca de la UNAM hizo posible la exhibición de la cinta dentro del ciclo «Historias recuperadas» que celebraba el 41 aniversario de la fundación de este organismo preservador. Ahora, con la suma del apoyo de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas AMACC, existen más motivos para mostrarla de nuevo: formó parte de la pasada edición del festival Il Cinema Ritrovato celebrado en Bolonia (que dedica en exclusiva su programación a cintas poco conocidas y restauradas provenientes de filmotecas de todo el mundo), será parte de una función especial en el marco de la primera edición de la Fiesta Internacional del Cine en San Luis Potosí, y cerrará el año con una gala en la Ciudad de México. Estas dos últimas exhibiciones estarán musicalizadas en vivo por Nortec: Bostich + Fussible.

Relevante para la época, además de ser considerado el primer filme que aborda el tema del narcotráfico de manera directa, es el nombre con el que la película se titula. Sin escarbar demasiado en la metáfora, un puño de hierro es comparable al fenómeno que sufre una extremidad y todo un cuerpo al ser alimentado por la heroína. Si a ello le sumamos los elementos de la electrónica contemporánea mexicana y un público en pleno estado de crecimiento y apertura, la cinta cobra una apetecible nueva dimensión.

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