«Detrás de lo que aparenta ser trivial existe una experiencia estimulante»: Juan Carlos Hidalgo

Por Guadalupe Gómez Rosas

«Eres lo que traspasas caminando», escribió David Foster Wallace en La Broma Infinita. Y si transitar es eso que permite la existencia, es laudable decir que Juan Carlos Hidalgo  (Pachuca, 1968) lo ha hecho a tope, en parajes extremos, criticando y observando… pero sobre todo sintiendo.

No hay duda de que el sendero de Hidalgo ha sido por y para la música, pero no por eso ha dejado de ser un asiduo consumidor de literatura, arte y cinematografía. Es precisamente esa actitud multidisciplinaria la que demuestra que las reglas está vencidas cada vez más; mientras que la mixtura de gustos y disciplinas va en potente ascenso.

Hidalgo ha probado terreno literario desde hace tiempo con diferentes géneros y entregas. En Loop traicionero (2005), Nueve pulgadas de amor navegable (2008), Suave como el peligro (2010) y Combustión no espontánea (2011) podemos contagiarnos de versos descarnados y pensar un poco sobre el amor, la pasión y la vida cotidiana; mientras que Rutas para entrar y salir del Nirvana (2012) y La vida sexual de P.J. Harvey (2014) presentan un aliento más largo y analítico, una construcción más elaborada de escenarios y personajes.

Además de periodista musical y escritor, Hidalgo ha destacado en los últimos años por ser el editor de la colección Rock para leer de la revista Marvin, en la que más que compilar se permitió abrir los territorios del relato, donde jóvenes y leyendas se reúnen para hablar e ilustrar con la idea de una canción, un álbum, un artista.

En 2016, Hidalgo se presenta con Satán rechazó mi alma (Nitro/Press), un compilado de ascendencia pop en el que se fusionan poemas, aparecen homenajes encubiertos a escritores y artistas, así como claras exigencias a una veloz cultura llena de referencias.

Harold Bloom aseguró que «los cuentos no son parábolas ni proverbios sabios, y por lo tanto no pueden ser fragmentos; les pedimos los placeres de la clausura», pero diseccionar y dejar abiertos los caminos también es literatura, y saber hacerlo es una característica que se adquiere labrándola, como lo demuestra el autor hidalguense en las siguientes líneas.

Hay escritores de culto que siempre se han decidido por un género en especial, mucha novela, sólo poesía u optan por prolongados ensayos. En Satán rechazó mi alma combinas la poesía con el relato corto y en libros anteriores has demostrado tu aliento para escribir novela. ¿Qué ha sido lo más complicado de combinar géneros?

Hace muy poco leí El cerebro musical (2016) del argentino César Aira, que es un cuentista tremendo, además de un promiscuo novelista. Ello me llevó a una entrevista en donde asegura que entiende sus textos como poesía en prosa y, de verdad, costaría seguirles las pista como tal.

Al tiempo que Frédéric Beigdeber, un provocador escritor francés en torno a Oona y Salinger (2016), dejó entrever que al combinar lo ficticio con lo supuestamente real se obtenía una «facción» (fact-fiction), es decir, un desenfadado híbrido.

En la sociedad de nuestro tiempo las estructuras se recomponen y se modifican constantemente; existe una dinámica que mezcla cosas aparentemente distantes. También hay que considerar que cada historia y cada personaje surge de diferentes maneras. Para ello es importante pensar en la estructura y luego hallar el tono antes de proseguir con la narrativa propiamente. Más que complicación, el hecho de combinar géneros y alternarlos me parece un reto que conserva un enorme atractivo y que garantiza cierta dinámica en el ejercicio de la literatura.

Siempre será estimulante que el lector se encuentre con un poema donde no lo esperaría o que los cuentos y las novelas incorporen elementos de crónicas de viaje o especulaciones cercanas al ensayo. Al transformar el contexto, elementos de sobra conocidos se nos muestran como sorprendentes.

Evidentemente hay una fascinación en el libro por ciertos artistas y, a pesar de que es muy variada, se puede percibir una tendencia al rock. ¿Cómo fue tu scouting?, ¿por qué elegir a Cerati, Amy Winehouse o Sufjan Stevens?

Al enfrentar el reto de la creación es posible que uno se pueda extraviar entre tantísimas posibilidades, rutas por emprender o temas por elegir. Uno también evalúa sus pasiones y sus capacidades. De verdad estoy convencido de que la música es una de las cosas más maravillosas de la existencia; sin ella estaríamos perdidos. Todos los días analizo las circunstancias y todo parece tirar para abajo y estar muy jodido. Ante todo ese apremio, pones una canción y entras a una dimensión placentera que no necesita explicación y otorga tantísimas respuestas.

En ese sentido, uno debe aferrarse a lo que lo estimula. Entiendo a aquellos que enfrentan cosas horribles y buscan dar con libros o circunstancias retadoras. Pero también es importante retomar el valor de las cosas simples o que alimentan la diaria existencia.

Esa es una gran lección de Raymond Carver, de tal modo que la literatura se separa del concepto de acción del cine hollywoodesco que termina por ser hueca… vacía. Al bajar a los músicos de su pedestal y seguirlos a través de sus «supuestas» vidas de seres comunes y corrientes es posible tocar temas que resultan universales.

Con cierto sentido del humor pero también con fundamentos, el rock se entiende como una religión laica; con toda su complejidad y contradicciones.

Además de un anclaje musical, hay una inclinación al arte y a la filosofía y con ello demuestras que hay una ruptura en lo que se denominaba clases culturales ¿cómo defines la cultura hoy? ¿los cambios en esa cultura son benéficos o un retroceso?

Suelo señalar con insistencia las brillantes aportaciones de un pensador como Eloy Fernández Porta, quien ha señalado que los niveles de cultura han eclosionado. El viejo modelo de Umberto Eco en Apocalípticos e integrados quedó hecho trizas en el esquema tecnológico, social y cultural de nuestros tiempos. Grimes puede ser invitada a la Ópera de Milán y resulta que Fatima Al Qadiri explora ritmos similares al “reggaeton del futuro” mientras estudia Filología y Musicología.

No existen más los niveles añejos de cultura. Mozart puede ser tomado como un DJ y no es posible ser un nostálgico en estos aspectos. Al vivir en el presente, formamos parte de un mosaico polimorfo y mutante. Buscamos llevar a nuestro feudo lo que diga un esloveno como Žižek, consumimos arte del planeta entero sin distingos.

Parecería una obviedad insistir con lo del cambio del paradigma, pero es un hecho que las nuevas generaciones lo ejercen salvajemente y sin miramientos. La premisa es otorgarle un sentido… Uno que valga al menos para el autor.

¿Por qué «Satán rechazó mi alma» es el clímax del libro? ¿alguna anécdota o afectividad especial hacia este relato? ¿tiene que ver con una redimensión de los cánones de lo bueno y lo malo?

No creo que se trate del clímax del libro, más bien que tiene un título que funciona muy bien como un gancho… Suena tremendo. Le es sugerente a un dark o a un metalero, aunque no sepan que se trata de una canción poco conocida de Morrissey.

Lo que hay detrás es un juego para inventar una historia a propósito de un tema que ya existe. Debo decir que jamás lo relacioné con un asunto maniqueo del bien y del mal.

Por otra parte, he leído muchas entrevistas en que grandes escritores recomienda a noveles que intenten imitar a las figuras que admiran y ello les traerá dividendos. Tal vez éste sea mi modesto homenaje al Irvine Welsh de Acid House. Es un autor lleno de sentido del humor e ironía en medio de tanta podredumbre.

Por eso quise hablar de un tipo que quiere ser tan malo que termina por hacerle un enorme bien al infierno. En este momento se alumbra algo que dijo el gran Santiago Auserón: “El humor es el factor oculto de la experimentación”. Aunque mi relato no lo sea del todo, sí creo que hay un poco de “Madchester”.

Tu estilo es fragmentario, donde el cronotopo se quiebra y los narradores se entrelazan y mutan constantemente. Hay emoción en el cambio pero muchos dirían que se trata de confusión. ¿Por qué apostar con esta estética posmoderna en tus relatos?

Porque apreciamos la realidad desde distintos puntos de vista simultáneamente –como lo hacía Picasso–. Es una cuestión de perspectiva… De acercarse y tomar distancia al respecto de lo que se está contando. Muchas veces uno mismo ve cómo transcurre su vida desde fuera y otras tantas se aferra a ese protagonismo de la primera persona. Se trata de una zona de tensión que es interesante resaltar.

Además, es estimulante pensar en la posibilidad de un lector interactivo. Al hacer estos cambios, uno demanda de su atención y participación. Se mantiene en vigilia constante. Algo que Jim Jarmusch nos ha mostrado maravillosamente en sus películas.

Hemos dejado atrás lo posmoderno. Estamos en otro estadio y apenas empezamos a entrever su esencia y sus mecanismos. Las formas van evolucionado e incluso hasta en el arte pecamos de conservadores. Hay que tener en mente que debemos perseverar.

Satán rechazó mi alma es un vaivén de picos, colmado de lugares comunes pero significativos. ¿Qué importancia le das al contexto en los cuentos?, ¿qué pasaría si alguien que no conoce estos sitios o personajes se interna en estos relatos?

Siempre me ha parecido muy atinada una aseveración del rumano Emil Cioran: “Sólo intimamos con la vida cuando decimos de todo corazón una banalidad”. Detrás de lo que aparenta ser trivial o nimio existe gran profundidad o una experiencia estimulante. Mis cuentos ocurren en muchísimos lugares distintos y en varios de ellos jamás he estado físicamente. Lo geográfico es algo referencial solamente; en «Mezcal con Soda y otros tóxicos» un músico catalán conoce Puebla y termina en Oaxaca… O cuando aparece Gustavo Cerati está lejos de su territorio.

¿Cuántas personas han leído El Quijote… sin saber nada de La Mancha? El lugar no determina los acontecimientos pero en ocasiones los condiciona. En absoluto es necesario conocer a los músicos o esas canciones para que los cuentos obtengan algún valor; por el contrario, si no es así se puede suponer un afortunado descubrimiento. Esa es una tarea tangencial, desvelar artistas con mucho mérito que en nuestro país no pertenecen al mainstream.

Otro asunto interesante es que un lector joven puede leer lo que cuento de Lee Ranaldo de Sonic Youth y su mujer, sin saber que es un homenaje a John Lennon y Yoko… y a sus bed ins. Regreso al asunto de los contrastes; como varios relatos se mueven mucho, decidí probar con un planteamiento que se centrara en el placer de estar en una cama. Precisamente, la reducción de la acción como pretexto para reflexionar sobre el estado de las cosas.

Hidalgo ha puesto en la mesa una antología expandible, una heredad de posibilidades y sobre todo una razón para dejar la seriedad por un instante y centrarnos en la importancia de las pequeñas cosas, en la fusión de las ideas y contextos… en ser aquello que traspasamos caminando.

Juan Carlos Hidalgo. Satán rechazó mi alma. Nitro/Press, México, 2016. 160 páginas.

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