Los Pérez Gay y la pérdida de la hermandad

Por Óscar Tinoco

Las calamidades destruyen y crean regiones inimaginables. En estos días, por cierto, busco regiones devastadoras en mí mismo. Todos buscamos esas regiones cuando nos sorprende la adversidad. Lo pongo así: he perdido a mi hermano mayor, lo perdí en la casa a oscuras en que se convirtió su cerebro la mañana en que me di cuenta de que olvidaba nombres, decía unas palabras por otras y disminuía su notable capacidad expresiva y facilidad prodigiosa para los idiomas. Abres una ventana y es de noche y hace un tiempo inclemente, del carajo.

-Rafael Pérez Gay

Postrado en una silla de ruedas y con un cerebro en penumbras, José María Pérez Gay (México, 1944) , escritor y destacado personaje de la política internacional mexicana, pasó sus últimos años sin hilar palabras y emitiendo sonidos guturales.

La mente prodigio capaz de traducir del alemán al español obras de Goethe, Walter Benjamín, Franz Kafka, Theodor Adorno, Jürgen Habermas, entre otros, se desvaneció en lo infinito del abismo como consecuencia de una enfermedad neurodegenerativa.

Recuerda su hermano Rafael Pérez Gay (México, 1957) que cuando el silencio lo encontró y lo llevó a vivir a la enorme casa de sus misterios, su única forma de comunicación fue un pizarrón y un marcador de agua. A pesar de sentirse como un miserable, trató de proponerle un juego que consistía en seleccionar a su pensador alemán favorito. «Sin pensarlo dirigió con torpeza, pero con exactitud, su dedo índice al nombre de Nietzsche, su filósofo de cabecera».

La anécdota favorita de José María era cuando Nietzche vio a un cochero darle un trancazo a su caballo para forzarlo a caminar. El poeta cubrió al caballo con su cuerpo y empezó a llorar sin consuelo. «Él nunca regresó de esa noche», aseguraba.

La devastadora enfermedad se llevó consigo su capacidad lectora. La tragedia más grande para un hombre dedicado a las letras. Conforme avanzaba la parálisis cerebral, más difícil era conseguir que moviera un dedo. El pizarrón pronto fue inútil. Gruñidos, parpadeos y movimientos de brazos arriba abajo se convirtieron en su última forma de comunicación. Después de que Rafael leyó a su hermano en voz alta sus libros predilectos, un pensamiento saltó a su mente, «mi hermano mayor se había convertido en mi hijo».

Tras 10 años de lucha continua contra la muerte, a los 70 años, Chema, como le decían sus amigos, encontró el punto final de su agonía. Antes del amanecer del domingo 26 de mayo de 2013, su corazón dejó de latir a las 2 de la mañana con tres minutos.

Posterior a su deceso, amigos y familiares lo despidieron en el salón Alpes del panteón Francés, donde fue cremado. De ahí siguieron una multitud de homenajes y textos en alusión a su trayectoria como académico e intelectual. Además de dejar incompleta una novela sobre Max Weber y el psicoanálisis, el escritor es recordado por sus aportaciones al devenir histórico, su interés en la política internacional y por una efímera carrera política al lado de Andrés Manuel López Obrador.

Dice la escritora Ikram Antaki que en la vida terminamos siendo los libros que leemos y los amigos de los que nos rodeamos. José María Pérez Gay terminó al lado de gente como Carlos Monsiváis, Héctor Aguilar Camín, Alberto Román, Carlos Lira, Linares Zapata y su última compañera de vida, Lilia Rossbach.

Rafael Pérez Gay publicó meses después de la muerte de José María, El cerebro de mi hermano (2013), un informe literario con el que lo despide de este mundo «para sentirlo cerca antes de que desaparezca para siempre» -y del cual este texto está reforzado con sus memorias y recuerdos-. Entre las páginas un hermano preocupado y angustioso se pregunta, «¿Todo se ha perdido?, ¿Así de un plumazo, empezamos a ser nada, nadie, nunca?».

La enfermedad

Una leucoaraiosis, pariente cercana de la esclerosis múltiple, le puso fin a su trayectoria literaria y diplomática. Esta enfermedad originó una serie de infartos cerebrales que lo condujeron a una lenta agonía. Mientras su mente se apagaba, su cuerpo yacía sin movilidad. Los médicos habían hecho todo lo posible, sólo faltaba esperar lo peor.

Los padecimientos se habían manifestado años atrás cuando era embajador en Portugal. Un dolor punzante en la pierna izquierda se convirtió en un problema que le dificultaba caminar. El síntoma prendió focos rojos en su familia. El primer diagnóstico de un neurólogo portugués advirtió –equivocadamente- que podía tratarse de una complicación en la médula ósea. Los estudios posteriores anunciarían algo más grave.

Después de la cojera siguió la dificultad para hablar, la fatiga para pensar y la peor de todas: el olvido. Como dice su hermano, «somos nuestra memoria, si no recuerdas, dejas de ser alguien para convertirte en nadie». Y ésta sería la última fase a la que llegaría Chema.

La noche del 25 de enero de 2010, el intelectual sufrió una caída de las escaleras que lo llevó a una intervención médica en el Hospital Los Ángeles. Ése día coincidió con el atentado que sufrió el delantero paraguayo Salvador Cabañas en un bar al sur de la Ciudad de México. Por lo cual el edificio se encontraba resguardado por policías y con una extenuante atención mediática de la prensa nacional.

Aunque el accidente de José María pasó desapercibido ante los medios, Rafael bromeaba diciéndole que si Cabañas había sobrevivido a un balazo en la cabeza, él podría salir adelante de una simple caída. Una risa redujo la tensión, pero no el presentimiento de que todo podía empeorar, se sentía derrotado y fracasado a sus 67 años. Y lo peor aún estaba por venir.

Grupo Planeta

Los retos frente la adversidad

La vida del director fundador de Canal 22 y autor de la novela Tu nombre en el silencio (2000) estuvo marcada por una inclemente infancia que transcurrió en una casa que presumen fue de las fundadoras de la colonia Condesa, situada en la calle Nuevo León a un costado del Parque España, donde actualmente reposan sus cenizas.

Los continuos pleitos con su padre ciñeron un complicado ambiente en la familia. «El odio transforma a las personas, y es una de las correas que unen a los padres y a los hijos», recuerda el menor de los Pérez. Los desencuentros no tenían nada de común, un padre persiguiendo a su hijo con un martillo y un cinturón, y el otro defendiéndose con tijeras atrincherado en su cuarto, eran escenas que Rafael Pérez Gay apreciaba con cotidianidad.

El camino de Chema se definió cuando ganó una beca para estudiar en la Universidad Libre de Berlín por 5 años, mientras era estudiante de Comunicación en la Universidad Iberoamericana, que se encontraba en ese entonces en un caserón de Coyoacán.

Días después de abordar el taxi que lo condujo al Aeropuerto, su padre, en un momento de reflexión, le escribió una carta de amor y arrepentimiento. En ella le pedía perdón a su hijo, le confesaba su cariño y orgullo por dedicarse a estudiar. A veces los traumas que infringen los padres son imposibles de curar y nos acompañan como sombras hasta nuestros últimos días.

Finalmente los 5 años se transformaron en 15. Pepe forjó una vida en Alemania en la que terminó casado con una alemana y con un acercamiento envidiable a la cultura europea. Después de su regreso triunfal a México, contaba con una maestría y doctorado en Sociología y Germanística.

José María Pérez Gay de algún modo «había derrotado a su destino como joven de clase media, sin dinero, con un padre extraordinario, ausente, loco, y una madre melancólica y solidaria».

El episodio del plagio y la política

Dice Voltaire que la originalidad no es más que imitación juiciosa. Los escritores más originales toman prestados unos de otros. Pero en tiempos de internet, cualquier descuido como citar o copiar completamente la obra de un autor sin dar crédito puede ser exhibido fácilmente con hacer uso de Google. Tal como lo hizo Guillermo Sheridan con un ensayo sobre el filme La vida de los otros (2007) en el que exhibe a José María.

En un texto titulado «La prosa de los otros» en Letras Libres, el investigador de la UNAM detalla cómo José María Pérez Gay plagió del alemán al español la reseña de la película que se encontraba en Wikipedia y lo hizo pasar como un trabajo suyo.

«Me sorprendió su desaliño, su mal castellano, el ritmo trastabillante y la puntuación incierta. Más allá de pequeñas variaciones, es obvio que los párrafos tienen la misma secuencia expositiva… Se debe a que comparten el texto de origen: la entrada que La vida de los otros (Das Leben der Anderen) tiene en Wikipedia. Nada más ajeno a mí que sugerir siquiera que un escritor de la talla de Pérez Gay ha plagiado el artículo. Conjeturo que vio la película en Alemania y de inmediato escribió su artículo en alemán. Luego lo subió a la Wikipedia. Cuando la película llegó a México, Pérez Gay tradujo su propio artículo al castellano, le agregó detalles y lo envió a La Jornada Semanal. Esta vez con su firma, desde luego.Tal explicación me alivia porque por un instante temí que volvíamos a épocas en que escritores y periodistas de México, que desdeñaban a un pueblo ignorante y monolingüe, plagiaban sin recato material foráneo y lo presentaban como propio en los diarios locales.”

A tal episodio, José María respondió que el editorialista lo atacaba por sus posturas políticas y por su cercanía con López Obrador. Rafael tajantemente le sugirió:

«Tienes que cuidarte más que nunca; además, Pepe, no eres el único que habla alemán en México. En tiempos de internet, plagiar es al menos una ingenuidad: buscas en Google una frase y aparece el autor, o el plagiario. En fin, como sea, no jodas. Si no tienes tiempo, no escribas».

Los biógrafos señalan que los mejores retratos literarios no caen en la satanización ni en la santidad. Toda vida es polémica y contradictoria, sin ese ingrediente seríamos unos completos bastardos o semidioses. La figura del exembajador cultural en la República Federal Alemana también giró en torno a la política, en esos terrenos pantanosos donde es imposible salir sin ensuciarse.

2006 fue un año de polarización y desencanto. Algunos especialistas afirman que fueron las elecciones presidenciales más polémicas de la historia del país. Los hermanos Pérez Gay encararon el encuentro político desde diferentes flancos, José María desde la trinchera lopezobradorista y Rafael del lado de la crítica como columnista de El Universal. Ello desencadenó en ataques constantes y un distanciamiento de su amistad forjada en la literatura.

«Yo sabía que la política exige tiempo completo y una pasión por el poder que nunca reconocí en mi hermano. Mucho más dotado para el salón de clases que para la plaza pública, más para la reflexión que para la arenga mentirosa del templete y el estandarte. Nos confrontamos varias veces y discutimos como adversarios dominados por la idea de convencer al otro con rudezas innecesarias».

Mientras uno alegaba que hubo fraude electoral, el otro estaba convencido de que la oposición había sido una mala perdedora. Los desencuentros en las reuniones familiares continuaron y las discusiones se tornaron interminables y cancinas.

Un año después de la derrota política, las malas noticias sepultaron el espíritu de Chema. A su hermano Rafael le fue diagnosticado cáncer de vejiga y sus padres envejecían hasta el punto que no podían depender de ellos mismos. La muerte se encontraba próxima, rondando como un fantasma transformado en depresión.

Poco a poco el mayor de los Pérez Gay se fue alejando, sin perder la comunicación sobre el estado de salud de Rafael y sus padres. Las fotografías con el político tabasqueño se convirtieron en la última pista de sus pasos.

«Con los años, las despedidas se vuelven cada vez más difíciles. En esos días me costó un enorme trabajo despedirme de mi hermano», escribió Rafael sin imaginarse que la peor despedida llegaría la madrugada del 26 de mayo de 2013.

 

 

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