Blackstar y el año de David Bowie, por Daniel Herrera

En febrero publiqué una reseña que se hincaba ante el último disco de David Bowie para gritar al mundo que estábamos ante una de las más grandes obras musicales que un artista podía entregar a la humanidad.

Sí, lo acepto, era una viuda de Bowie y su muerte sí me bocabajeó unos días. Ha pasado casi un año y he vuelto a escuchar Blackstar y a pesar del tiempo, y de que ya asimilé la muerte del cantante, sigo pensando igual. Por fortuna, ahora tengo la cabeza fría y el corazón calmo para comprender mejor la manera en que Bowie nos entregó la obra maestra del 2016.

Cuando me pidieron este texto hice una revisión del año. No soy como otros críticos que se emocionan ante cada nuevo disco que aparece. Es más, ni siquiera creo que la mayoría de los discos que aparecieron este año valgan la pena. La mayoría son aburridos porque ahora la industria vive, como lo hizo hace más de 60 años, del single. Seguí con cierta atención a la industria del jazz y grandes obras se editaron. El rock tuvo un triste año como sucede desde hace tiempo. Por fortuna, David Bowie estuvo aquí para salvar la situación.

Entré en conflicto, sin duda, porque el último disco de Iggy Pop junto a Josh Homme es tan grande y rockea como pocos, pero, habrá que decirlo sin rodeos, de ellos dos podemos esperar más trabajos.Así que, desde este sillón donde escribo, me atrevo a declarar el 2016 como el año de Bowie y Blackstar el más grande de este periodo.

Sobre el disco ya escribí, como dije arriba, en febrero. Dije que era una obra atípica de Bowie porque está lo más alejado posible del rock, porque recurrió a un grupo extraordinario de jazzistas, porque es su testamento musical y porque al mismo tiempo que despedida fue la última reinvención que hizo el cantante.

También exploré algunas de sus canciones más poderosas y cómo las construyó dejando que sus músicos la pasaran bien a pesar de que él ya no tenía control en su propia vida, probablemente por eso lo hizo así.

En fin, para entender lo que hizo Bowie antes de morir, creo que Brian Eno, quien también trabajó con él para conformar la enorme trilogía que son los discos Low, Heroes y Lodger, lo dijo mejor que yo en una entrevista del 2015 incluida en el libro Satisfaction de Jacobo Celnik: «[Bowie] es uno de los (artistas) más influyentes y vanguardistas. Él era muy bueno en eso de (…) ampliar, oír cosas y combinarlas, y hacer algo mucho más grande que cualquiera de sus elementos individuales. Y, a esa altura, él ya era exitoso. Podría haber seguido siendo Ziggy Stardust, lo que fuera, y podría haber seguido siendo el Duque Blanco, pero eso a él no le interesaba. Creo que siempre está una movida adelante del juego, y cada vez que la gente pensaba que había terminado de entenderlo, él empezaba a hacer otra cosa distinta. Es su rasgo más característico».

Tal vez todavía no comenzamos a entenderlo, a lo mejor en los próximos años se voltee a ver esta obra en su justa dimensión. Yo quiero adelantarme y hacerlo ya, en este momento.

blackstar

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