Libros que se adhirieron a mí en 2019, por Iván Ballesteros Rojo

Aquí no hay novedad

En otros años quería mantenerme al tanto de las novedades editoriales de autores que me interesaban. Inclusive esos que se autoexplotan con tal de estar vigentes. Este año no ha podido ser así. Un posgrado me mantuvo alejado de esta tonta mortificación. Leí, sobre todo, aburridos pero interesantísimos tratados semióticos. Leí un buen de literatura norteña (Gardea es lo más) y montón de ensayos académicos. Escribí 120 páginas en esa línea, en ese tono. Entre lo mejor que leí este año; aparte de lo académico, estuvieron obras que no había tenido oportunidad y que les tenía muchas ganas. Dos novelas que me parecieron brillantes fueron El diablo de las provincias (Periférica, 2017) de Juan Cárdenas y Los caídos (Sexto Piso, 2018) de Carlos Manuel Álvarez. El primero colombiano y el segundo cubano. En El diablo… accedemos a una trama intimista, con espejos oscuros que se conectan por medio de la memoria. El protagonista, un gris biólogo que ha regresado a su pueblo perdido entre cañaverales, se enfrenta a las relaciones suspendidas con su madre y su hermano muerto. Con un díler de preocupaciones trascendentales y una exnovia amputada. En ese espacio, que ahora es su realidad, el biólogo imparte clases en una escuela de niñas que quedan misteriosamente embarazadas y que engendran niños peludos; clave para descubrir de dónde emana el poder que alguien ejerce de manera tan extraña. Una novela negra que deja de lado los tópicos de ese género colocando más literatura que sangre y más reflexión que parafernalia violenta. Joyita. Me gusta mojarme con autores que sacuden la realidad como si esta fuera un árbol que acumuló lluvia. Aquí el caso de Los caídos.  Meterse en esta novela es ingresar en una casa habitada por fantasmas. Una casa donde las carencias amplifican las evocaciones de otros tiempos y donde la enfermedad es la muleta con la que se sigue sosteniendo la vida. Hemos conocido la Cuba revolucionaria con autores de otras generaciones. Aquí nos encontramos con la Cuba post Fidel. Es decir, post ideología recalcitrante. Otra joyita imperdible.

Breves pero sustanciales novedades

Restauración (Paraíso Perdido, 2019) de Ave Barrera: “Restaurar es fabricar un bello fantasma”

Este libro está en todas las listas y no podía faltar en esta. Es, simplemente, genial. La protagonista accede a reconstruir una casa derruida y el lector comprende paralelismos entre ese reto profesional con la reconstrucción de sus complicadas relaciones personales y con la reconstrucción de un género, el femenino, que busca edificar su propio discurso. Uno alejado de la perorata masculina. Temas actuales son tratados desde la literatura y no desde la ideología o la militancia. La mano de Barrera es pertinente, elegante y en el momento preciso, categórica. Nada es gratuito en esta narración con pasadizos secretos que cada lector hará suyos.  Habrá que seguir a esta autora. Con esta tremenda novela no tenemos más remedio. 

Maten a Darwin (Caballo de Troya, 2018) de Franco Félix

Hay autores (Rabelais, Sterne, Joyce, Kafka, Perec, Borges, Pynchon, Gaddis, Laiseca, Foster Wallace, entre muchos otros) que se escapan de las etiquetas. De las generaciones y sus coincidencias discursivas. Estos autores, desde mi punto de vista, son el vaho con el que la maquinaria de la literatura se va aceitando. Sin sus laboratorios narrativos tendríamos una tradición aburrida y sociológica. Menos artística. De esta estirpe, de esta categoría, es Franco Félix. Con Maten a Darwin muestra su músculo. Lleva el acto de narrar a un punto que se asemeja al delirio. Y es justo ahí, en el trastorno, donde se nos revela un tremendo proyecto narrativo. Una novela cuyos ingredientes no escatiman en humor, locura y absurdo. Para más aquí.     

Toda la soledad del centro de la tierra (Alfaguara, 2019) Luis Jorge Boone

Tres voces narran la tragedia del México contemporáneo. Sí, la violencia, el narco y la más triste de todas, la indolencia colectiva. Una novela, por decirle de alguna manera, que incluye dos cuentos y varios poemas en su cuerpo de construcción. Chaparro, voz tremendamente melancólica, tiene la habilidad de desaparecer. En un país como el nuestro, donde desaparecer es casi un sinónimo de morir, su habilidad parece ser compartida por todo un pueblo fantasma. Un pueblo que es un sólo pabellón oscuro, un país. Buela Librada, las tías y los primos. Los muertos arrojados a un agujero en medio del desierto. Un hoyo que se sigue alimentando de cuerpos ensangrentados. Elementos suficientes para entender este experimento como un cuento de espantos: el nuestro. Una trama que viene a renovar algunos tópicos de la novela que sitúa su tiempo y espacio en el norte de México. Su final es profundamente devastador. 

Que parezca un accidente (Nitro/Press, 2018) Elma Correa

Vicios de toda índole. Pero esos vicios que aíslan del mundo, que expulsan del centro. Personajes abyectos, enfermos, minados por su propia existencia. Desde pequeños hasta viejos maniáticos. Un desfile de atrocidades que son narradas desde una perspectiva indolente. La única manera de contar estas historias es con elegancia. Sin compromisos. Como lo haría un gato que pide leche tibia por las mañanas y que por las noches quiere que le abran la ventana para ir a cazar. Correa desbarata cualquier guiño moral que intente maquillar la demacrada realidad que nos rodea.  Astuta, implacable, nos recuerda la sordidez de Ray Pollock. Una narradora que sabe su oficio. Que nos regala un obsequio decorado maravillosamente. Un obsequio en cuyo interior hay un cuerpo, no sabemos de qué, en estado de descomposición.  

Arigatou goza-y-más (Elefanta, 2019) Fernanda Ballesteros F.

¿Es una crónica de viaje? Si alguien lo quiere ver así estaría encasillando un libro expansivo. Se trata de un artefacto que se conecta, directamente, con lo poético y performático. Ballesteros recorre Japón no como lo haría un turista. Lo penetra como lo haría una obsesiva conquistadora.  Llevarse parte de ese país, hacerlo suyo. Raptar la esencia de su cultura, de su lenguaje y su visión de las cosas en tan sólo unas páginas. Con ilustraciones, que son otra apropiación del país oriental, este libro es una experiencia; un libro objeto, un libro que cuenta, con lírica incluida, una práctica de viaje que hubiera quedado en fotografías movidas, en suvenires baratos, en resacas infernales y memorias dudosas.

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