El juicio de Viviane Amsalem: desesperante camino hacia la libertad

Por Óscar Tinoco

«¡No me voy de aquí, quiero mi divorcio! ¡No me iré, Eliseo! ¡Dame mi libertad, por favor! ¡Dame mi divorcio, por favor!», suplica entre lágrimas ahogadas Viviane Amsalem, quien durante más de 3 años ha sido pisoteada y ridiculizada por una ley ortodoxa que le impide alcanzar un derecho de lo más elemental en pleno siglo XXI: el de ser una mujer libre e independiente.

Mientras grita, lucha y avienta la mesa y las sillas en la sala de juicio, la mujer interpretada por Ronit Elkabetz (actriz y codirectora del filme) se desvanece en ruegos y desesperación. Después de innumerables sesiones desgastantes para probar la incompatibilidad de su matrimonio, Viviane parece desfallecer ante la situación. La terquedad de Elisha, su marido, la ha vencido. Las mujeres en matrimonio parecen pertenecerle a los hombres, aunque ya no exista amor de por medio.

Gett: Le procès de Viviane Amsalem (2014), título original de la cinta qu busca representar a Israel en la edición 2016 de los premios Oscar, es una cinta montada en dos escenarios, como si se tratase de una puesta teatral: la sala de espera y la habitación donde se llevan a cabo los juicios orales. Sin embargo, la fuerza de los diálogos y las actuaciones excepcionales de Ronit Elkabetz (Viviane) y Simon Abkarian (Elisha) consiguen involucrar al espectador en una tragicomedia  psicológica que desespera a la protagonista hasta hacerla perder los estribos.

Lo que muestra el filme es la odisea que representa el proceso legal y religioso para conseguir un divorcio en Israel, mismo que peca de intensidad y absurdo. Sólo en caso de que existan pruebas de violencia física intrafamiliar o adulterio el tribunal rabínico puede disolver a la pareja, de lo contrario se tiene que llevar a cabo un ritual donde el hombre tiene la última palabra.

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Elisha es un hombre recto, serio y  ejemplar según los testigos.  No habría alguna razón para que una mujer quisiera pedirle divorcio, argumentan su hermano y vecinos. No tiene vicios, nunca ha golpeado a su esposa y tampoco ha faltado en responsabilidades a su familia. Cuando el juez de la corte se dirige a Viviane y le pregunta por qué se quiere divorciar, ella responde súbitamente, «porque ya no lo quiero».

A lo largo de los casi 120 minutos de largometraje la protagonista no sólo tendrá que convencer a su esposo y al tribunal de que son infelices desde hace mucho tiempo, sino que también tratará de defender sus derechos ante una ley que además de silenciar a la mujer,  la minimiza cual perro callejero.

En palabras de Shlomi Elkabetz, «el film efectivamente muestra lo que sucede en la corte rabínica. La película como tal creó un gran diálogo en Israel, pero pienso que es difícil que cambie la ley, ésta no ha cambiado en los últimos cuatro mil años. En Israel, las leyes civiles y religiosas son una sola. Nosotros estamos atrapados en pasado y presente».

Ronit y Shlomi Elkabetz, ganadores de tres premios Ophir (galardones a lo mejor de la cinematografía israelí), revelaron en una entrevista concedida a Film Comment, «el caso de Viviane está inspirado en nuestra madre, pero ella nunca enfrentó un divorcio. Conocemos a muchas mujeres quienes enfrentaron un juicio y otras miles que siguen esperando. La información oficial que investigas y recibes es muy tramposa. Pero imagina que tienes que esperar dos años por algo que nosotros estamos de acuerdo es un derecho de ley. Cualquier persona tiene el derecho de vivir con quien quiera».

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Para escribir el guión y realizar el montaje, Shlomi Elkabetz  presenció una ceremonia de divorcio real y ese recurso le sirvió para reflejar una mayor veracidad. El cineasta se hizo pasar como periodista para ver de primera mano una ceremonia de este tipo, pues aunque muchos juicios son a puerta abierta, los maritales son secretos.

«Tú como director necesitas una imagen, a partir de ahí puedes volar. Había un rabino muy agradable que me permitió presenciar el juicio. Parecía ser que el esposo había enloquecido un poco al pasar los años, él no estaba cien por ciento seguro, pero finalmente terminó diciendo que sí. Nadie podía forzarlo. Y en cierto punto, su esposa cerró los ojos y esperó. Cuando él dio la aprobación, el salón quedó en silencio. No sé si alguno de nosotros puede siquiera imaginar lo que significa hacer algo por alguien que tú sabes merece su libertad. Cuando tuvimos esta imagen en nuestra cabeza fue como ‘Ok, tenemos todo’. Tenemos el protocolo, tenemos el guión, tenemos a los personajes, sabemos lo que queremos decir. Lo que hace esta película es abrir la puerta a la gente sobre lo que ocurre en una corte rabínica. Ahora tenemos una idea de cómo son los juicios gracias a la película».

Los hermanos Elkabetz

Los creadores Shlomi y Ronit no provienen de una familia artística. Son hijos de una madre peluquera y de un trabajador de una oficina postal. Juntos aprendieron los valores del cine y teatro por medio del contexto espiritual en el que crecieron. «Nosotros realizamos una historia basada en las expectativas y deseos de nuestros padres. Venimos de una familia muy tradicionalista, pero de mucho respeto por el mundo».

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Ronit es la mayor, tiene 8 años más que Shlomi. Cuenta que desde niños fueron criados en un ambiente muy liberal a pesar de que su padre fuera un judío ultra ortodoxo en el aspecto espiritual.

«Éramos el tipo de chicos que prefería quedarse en sus habitaciones y no hablar mucho. Cada uno de nosotros tenía su propio mundo, fuimos muy soñadores. En lugar de ver televisión, preferíamos analizar lo que sucedía a nuestro alrededor. Era un ambiente muy especial, porque había cosas que contrastaban. De parte de nuestra madre tuvimos un ambiente muy laico, y por otro lado nuestro padre era muy religioso. Pero siempre se nos permitió ser lo que nosotros queríamos ser. No sabemos si fue porque nuestros padres eran muy liberales o porque simplemente no tenían tiempo de lidiar con nosotros. La cosa más sabia que puede hacer un padre es alentar a sus hijos a que hagan lo que quieran ser. Nunca fuimos chicos reprimidos».

El trabajo en conjunto de los Elkabetz para producir la película les tomó casi dos años. Durante el tiempo de planeación,  los pequeños detalles fueron cuidados minuciosamente hasta el grado de interpretar ellos mismos cada uno de los roles de Viviane y Elisha, discutir durante horas los detalles de iluminación e irse a Nueva York en total aislamiento para preparar el guión.

«Hemos trabajado por muchos años juntos. Amamos trabajar con el otro, nos amamos ciegamente. Cuando escribimos un guión, nos vamos lejos por un mes a cualquier parte. La primera vez que fuimos a Nueva York nos encerramos en el departamento. Vivimos juntos por un mes, escribimos el guión y después ensayamos juntos. En la película no hay ninguna improvisación. Eso es debido al lenguaje, que es muy complejo. Puedes improvisar con Shakespeare o Chéjov, pero es muy difícil improvisar con el idioma. En la película se habla hebrero, francés y árabe. Quisimos que los actores aprendieran los diálogos de memoria. Antes de empezar, les dimos el texto y tratamos de trabajar con sus sentimientos. Poco a poco comenzamos a avanzar».

Como parte de una trilogía, El juicio de Viviane Amsalem compone el final de los segmentos que han dirigido los hermanos Elkabetz a lo largo de 10 años. Aunque las primeras dos cintas Tomar a la esposa (2004) y 7 días (2008) nunca se han traído comercialmente a México, son historias que abordan el inicio de la relación entre Viviane y Elisha. La primera cuenta el debilitamiento de su relación y las ganas de Viviane por dejarlo todo y huir. La segunda retrata las tradiciones del judaísmo, como que tras la muerte de un ser querido se deben guardar 7 días de luto. Elisha y Viviane deberán de lidiar con el rencor y los problemas del pasado para sobrellevar la situación que envuelve a la familia.

El juicio de Viviane Amsalem forma parte de la selección oficial de la treceava edición del Festival Internacional de Cine Judío que se llevará acabo del 12 de enero al 13 de febrero del 2016 en la Ciudad de México.

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