La caligrafía de mi madre: mother! de Darren Aronofsky

Por Rebeca Esqueda

El cine nos ha regalado exploraciones maravillosas sobre los tabúes de la maternidad. Recientemente Mother de Bong Joon-Ho (2009), Tenemos que hablar de Kevin de Lynne Ramsay (2011) o Mommy de Xavier Dolan (2014). En esta ocasión, Darren Aronofsky nos introduce a un personaje femenino que cumple todas las expectativas de la sociedad; o sea, a una mujer heterosexual, virgen, esposa y madre.

El mismo Aronofsky nos había sumergido ya dentro del tema de la maternidad en Réquiem por un sueño (2000), filme donde nos manifestó su interés por explorar personajes con disfunciones filiales. Con una narrativa polémica, una estilizada y efectista expresión visual y un paisaje sonoro seco y punzante; mother! (2017) no llega a ser menos controversial que su demás filmografía, por el contrario, hace de la religión su línea narrativa, subvierte los patrones esperados por el espectador promedio del cine, y nos introduce en una secuencia improbable de hechos desafortunados.

Los personajes no son para menos: la madre! (descrita con inicial minúscula en el título del filme y los créditos) interpretada por Jennifer Lawrence, y Él (descrito con inicial Mayúscula en los créditos), interpretado por Javier Bardem, representan el carácter bucólico del matrimonio. Inmersos en una aparente conexión espiritual, Él no logra trasladar el amor al plano físico, reprimiendo el deber conyugal del ser padres. Dentro de este matrimonio de personalidades opuestas la tensión se extrapola. madre! simboliza a la madre tierra, la virgen y la musa amorosa. La fragilidad del ecosistema. Él representa al artista terrible en la búsqueda constante de sí mismo. En resumen, un narcisista fruto de las más desatinadas adulaciones.

Juntos, habitan el esternón agrietado de una mansión victoriana que restauran cada cuál a su manera. Mientras ella mezcla yeso con pintura para rehabilitar sus sueños de un matrimonio perdido, Él deposita su posesión más preciada y prohibida en el estudio de la casa, a lado de su musa amada. Esta combinación resulta el paraíso de su inspiración artística, desde la ventana del estudio, los abraza una pradera que mitifica el jardín del Edén. Su hogar simboliza la identidad central del filme, una arquitectura imposible de la materialización de la maternidad.

El misterio se desata, cuando un par de extraños (Michelle Pfeiffer y Ed Harris), aparecen en medio de la nada y tocan a su puerta. Sus presencias se van volviendo cada vez más incómodas, hasta que no pueden resistir la tentación de tocar el fruto de la inspiración y desatan el orden del caos.

En este punto todo parece escalar dimensiones desafiantes a la lógica y a la vez, sofocarnos con una percepción psicológica atormentada cuando una invasión de huéspedes es bienvenida por el Creador, a destruir la materialización de todos los deseos de la madre!. Uno que otro espectador abandonará la sala del cine… ¿Y ahora qué sigue? se pregunta uno en esta conspiración, que parece ocultar una verdad desconocida a esta víctima del egocentrismo de su esposo.

En la búsqueda de esta verdad, la cámara nos sitúa en todo momento en el punto de vista de la madre!, nos mueve dentro de su perturbación y su desequilibrio, en la calidad de su paraíso maltratado nos permite empatizar con su dimensión humana; con su cuerpo, su respiración, su mente, su intelecto y su memoria. La película hasta este punto ha encontrado al personaje de quiebre, a la mártir que captura los más profundos miedos de la audiencia que sobrepasan más allá de la imaginación.

En este agónico porvenir, la caligrafía de los sueños (¿o pesadillas?) de la madre!, cuenta más del Creador que de su obra, y culmina cuando le confía su destino a su peor enemigo; incondicionalmente.

Además de la violencia gráfica, la carencia de nombres propios en los personajes, y la contundente iconografía religiosa; algo atrayente de este filme, es que permite destripar el argumento principal y desplegar distintas capas narrativas que nos permiten interpretar distintas historias en el transcurso del filme, si quisiéramos, podríamos dejarnos llevar por un relato de terror de una vieja casa embrujada, por la del delirio psicológico (algo parecido a El cisne negro, 2010) de una madre en depresión postparto, o por la premisa de la musa como fuente de inspiración (algo como una antítesis de El artista y la modelo, Fernando Trueba, 2012) todas ellas; revelan cosas que no existen en la realidad pero sí en el contexto de la historia.

Quienes conocen el trabajo previo de este director, saben que adora incomodar a las audiencias con historias ambiguas, abiertas a la interpretación del espectador. En mother! una vez más, mezcla obsesiones con paranoias, engendrando uno de sus relatos más elegantes y precisos. No consideraría esta cinta dentro de lo mejor del 2017, sin embargo, ningún otro trabajo experimental del circuito de este año cumplió como mother!

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