Reconstruir un país alterado: ‘Hasta los dientes’, de Alberto Arnaut

Por Guadalupe Gómez Rosas

“La afrenta no es contra las familias es contra todos (los mexicanos)”, clama la madre de uno de los estudiantes ejecutados por el ejército en el Tec de Monterrey. Ocho años después de los hechos no hay sentencia ni brebaje que repare el daño o supla la ausencia.

Lo anterior acontece en una escena de Hasta los dientes*, documental de Alberto Arnaut, trabajo emanado de la recomendación 45/2010 de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, por el asesinato de Javier Francisco Arredondo Verdugo y Jorge Antonio Mercado Alonso, el 19 de marzo de 2010.

La guerra contra el narcotráfico dejó miles de personas sin nombre —materia de fosa común—, pero los que parecen ser conflictivos son aquellos cuerpos que tienen quién los eche en falta, como fue el caso de los estudiantes de posgrado de la universidad regiomontana.

Arnaut reconstruye con ayuda de los padres, tíos y amigos de los estudiantes, así como de testigos accidentales, una profusa elucubración de hechos. Inicia con una apertura por demás misteriosa: un chico que corre y regresa a un punto que está fuera del horizonte de la cámara de vigilancia. Y es precisamente el desarrollo del documental lo que llena e hila el pasado para llegar hasta la imagen iniciática.

Militares homicidas, alteraciones en la escena del crimen, censuras y una cobertura mediática que señalaba a los dos asesinados (Javier y Jorge) como “sicarios que estaban armados hasta los dientes” dan pie a este trabajo documental, que inicialmente tiene la premisa de limpiar el nombre de los dos estudiantes —ya que la Secretaría de la Defensa Nacional no lo ha hecho públicamente—, pero la realidad siempre la percibimos, tal vez a rumores y con miedo, porque este desafortunado acontecimiento solo es un cariz de un país fraccionado y desafecto.

A diferencia de otros géneros fílmicos, el documental vale por su contexto y sus formas. En este caso el contenido y el desenlace lo sabemos a grandes rasgos, pero las costuras son las que crean la narrativa, y es precisamente ese tejido el que se desbarata para entender una tercia de vicisitudes: que la milicia se rige por órdenes tremebundas sin apego a la conciencia, que incluso una de las mejores universidades del país se reserva la verdad a costa de la normalización, y que, después de ocho años de no mermar el esfuerzo por parte de los padres y la comisión «Todos somos Jorge y Javier», hay una decidida acción de las autoridades por NO castigar a nadie.

De pronto se escucha la voz inexorable de un militar anónimo, que asegura que todos saben que “los muertos no hablan” y que sus comandantes siempre los incitan a no dejar testigos. La particularidad de estas palabras se encauza con trabajos similares, escuchados en proyectos como los de Tatiana Huezo, Marcela Zamora o Everardo González. No es que esté de moda el documental de violencia, es que necesitamos expresar de alguna manera el caudal de sangre en el que anidamos.

Es cierto que Jorge y Javier eran alumnos ejemplares, hijos queridos y personas de a pie; sin embargo, hay una reflexión muy atrás de este asesinato por demás cruel y cobarde, donde están miles de personas inocentes que no regresan a casa y que nunca lo harán, en las que hay pueblos sitiados por el crimen y el narco, donde desaparecen mujeres a diario, donde parece que a nadie le importa hasta que nos pasa a nosotros… y ahí es cuando tenemos la esperanza de que a alguien más le interese.

Como ejercicio de instrucción tenemos la memoria, y de qué sirve si no la traemos a nuestras huestes. Los padres y la comisión no se desvanecen y sus esfuerzos están en cada sitio que visitan y cada palabra que expresan, incluso en cada desagradable visita burocrática a dependencias amorfas y sin sentido. Por otra parte estamos los que quedamos, los que no somos parte de estadísticas malogradas y tal vez desde nuestro caminar cotidiano y conjunto se encuentre el bloqueo para este México abrupto.

Recordar que el ejército, el narco y el crimen siguen en las calles, que inconscientemente nos colocamos puntos o toques de queda, que a finales de 2017 se aprobó la Ley de Seguridad Interior, que muchos de los funcionarios y militares que encubrieron este y otros hechos siguen activos, con presupuestos exorbitantes y con aspiraciones políticas insaciables. Recordar que cada asesinato no es un afrenta contra el fallecido, es un afrenta contra todos los que seguimos vivos.

*Hasta los dientes forma parte de la Plataforma Justicia de Ambulante, Gira de Documentales 2018. El 8 de mayo se presentará en las Islas de la UNAM a las 20:30 con la presencia de invitados especiales.

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