Por Ricardo Pineda / @Raika83
El cierre del Festival Bestia y el Festival Aural, programado para la noche del 4 de diciembre, prometía una noche inolvidable mas no menos retadora. El resultado de combinar los filmes del pionero de los efectos especiales, Georges Méliès, y la música de John Medeski, Lee Ranaldo, Kenny Grohowski y Mike Rivard podría ser desatinada, ganar en protagonismo a las películas del francés, o bien quedar desgarbada, como lo fue un poco la emisión pasada con John Zorn y El Gabinete del Dr. Caligari.
Un Auditorio BlackBerry casi lleno, con fans del avant garde, cinéfilos, seguidores trasnochados de Sonic Youth y curiosos por igual, estaban ahí, expectantes al resultado de la improvisación y el diálogo.
Un día previo a la presentación tuvimos la oportunidad de conversar con Lee Ranaldo y John Medeski, músicos entrañables para el público mexicano que si bien llevaban años de conocerse y colaborar juntos, esta sería la primera ocasión en la que compartirían escenario. Medeski comandaría la sesión. Se le veía seguro, con las tablas que le han dado los años de tocar ene cantidad de música y experimentaciones al teclado, alrededor del mundo.
«Me encanta tocar todo tipo de música, aprender y poder expresar la luz y oscuridad que pueda tener cada proyecto. Llevo toda la vida tocando y escuchando todo tipo de música. Y es un poco chistoso porque aún hay gente que piensa que lo que hago con mi trío Medeski, Martin & Wood es lo único que toco. Generar una química que funcione en diversos niveles es parte de mí», asegura Medeski.
Por su parte, Ranaldo iba con más tiento aunque también se le veía relajado. Si bien el ex guitarrista de Sonic Youth ya había venido a nuestro país para musicalizar filmes de Stan Brakhage, con su ensamble Text of Light, el reto de tocar al lado de músicos de formación como John Medeski tenía su lado de desafío.
Sin embargo, el guitarrista lo tenía muy claro: «Sí es un poco diferente lo que se hará esta vez. Mis proyectos de musicalización habían estado más emparentados con cineastas y músicos de corte más Avant Garde, una tradición de videoastas experimentales norteamericanos, de corte más contemporáneo, o que incluso habían tenido un significado un acercamiento más personal o de colaboración mutua. Esta es la primera vez que John y yo tocamos juntos en vivo. John ya había tocado para mis discos y hemos estado involucrados en otro proyecto de homenaje a Jack Kerouac, pero nunca en vivo.
«Para Bestia estuvimos platicando juntos vía Internet, soltando algunas ideas, compartiendo las cintas y algunas cosas, sólo vamos a practicar una vez previo a la proyección, pero no hay un plan definido, sólo algunas referencias. Pero básicamente vamos a improvisar. Me encanta lo que va a pasar, me gusta mucho improvisar y dialogar pero con el soporte visual todo se vuelve distinto, no sabemos lo que va a pasar y eso me encanta, que con la música abstracta de repente es un asunto de músicos que se están escuchando uno a otro, para mí es un poco como regresar a la época de los sesenta, en donde están combinándose un montón de disciplinas de forma simultánea en el mismo espacio de forma más o menos coordinada, focalizándose en las películas como eje rector».
Al ver el resultado de ese incipiente trabajo en vivo, el resultado fue asombroso por momentos. Dividido en dos sets, la primera parte del programa tuvo como protagonista los primeros filmes de Méliès en blanco y negro, un poco más musicales en estructura, regidos por las melodías que John Medeski arrojaba en sus teclas, pero abrevando de las referencias de los demás integrantes. Había groove y funk por parte de Medeski, metal rock y potencia en la batería a cargo de Kenny Grohowski, a quien ya habíamos visto una noche anterior al lado de Medeski en el Lunario, y un año anterior también en Bestia con ese ensamble brutal llamado Abraxas. Pero también hubo guitarras disonantes, cortesía de Ranaldo, quien fue el elemento más discreto y apartado del cuarteto, aunque muy preciso en las partes más sosegadas. El bajo de Mike Rivard, por su parte, siempre añadió tridimensionalidad y ritmo en muchos casos.
Sí, hubo destellos de jazz y leve noise, pero también algo de score fílmico atmosférico, siempre atinado, casi iluminado y a merced de las acciones que veíamos en pantalla. El hombre de la cabeza de goma iba en un tono muy contemporáneo, con baterías potentes in crescendo, mientras que El melómano sugería un jugueteo sonoro bastante musical, cuasi marchístico, pero con disonancias atacadas por Ranaldo. Sin duda, el cierre de ese primer bloque fue la locura con Fausto en los Infiernos, en donde el cuarteto amalgamó con soltura una pintura abstracta bien definida de psicodelia y metal, con el vocalista de Cleric (banda abridora de la noche de metal, un día antes en el Lunario). Contundencia.
Resulta interesante además cómo un evento con estas dinámicas, con la heterogeneidad de géneros y elementos arriba y abajo del escenario, dieron en el clavo en belleza y oscuridad. Saldo positivo, además con un público ejemplar que charlaba poco, alzaba con timidez sus celulares para grabar y seguía atento, complacido y expectante. Sin duda alguna, una de las noches más memorables en toda la historia de Bestia se estaba desarrollando con eficacia.
Las posibilidades de la exploración para este tipo de conciertos tiene su parte de ambigüedad, ya que si bien hay jugueteo, experimentación y diálogo espontáneo, alguien como Medeski es un comandante que tiene la claridad estructural de lo que deseaba lograr:
«Lo que vamos a hacer tiene un elemento asombroso, ya que reaccionaremos a lo que suceda en la pantalla. Sin embargo, lograr el equilibrio perfecto entre la música y la imagen es el principal desafío, no es fácil, pero son películas cortas, eso ayuda mucho a planear las estructuras. En la primera parte pensamos en algo clásico, algo como musicalizar películas de Chaplin, pero la segunda parte tiene una parte más psicodélica y la música puede ser más contrastante, libre, puede funcionar».
Y así fue, tanto El viaje de Gulliver como el Reino de las hadas estuvo más logrado en términos sonoros, en donde las referencias orientales y los pasajes de sumersión eran más atinados y daban rienda suelta a una reinterpretación refrescante, vibrante tal vez, de las películas coloreadas de Méliès. La gente aplaudía con cada segmento, que llegó a su clímax con Viaje a la Luna, la referencia obligada que cerró con un corte casi abrupto, en donde todo pareció cuajar.
Muchas veces llegan a haber actividades relacionadas con la musicalización en vivo de películas, pero pocas alcanzan a perdurar en la memoria por generar un corpus completo. En el caso de la noche del domingo 4 de diciembre, John Medeski y compañía se disfrutaron en unidad con el cine, aunque las cintas pudieron ir solas o el ensamble ir sin el soporte visual, funcionaron siempre juntos e independientes, dignas para el recuerdo de todos los asistentes. Más de esta magia, por favor.